Cada vez lo tengo más claro. Y lo compruebo fehacientemente a
diario con las personas que tengo la oportunidad de conocer en la formación y
en las sesiones de coaching. Y estoy tan
convencido de ello que es casi de las
pocas certezas que tengo en este mundo:
la felicidad está directamente relacionada con la calidad de tus relaciones
sociales.
Dicho así, parece una obviedad, pero mi experiencia me dice que solemos pasar por
alto esta “perogrullada”, o cuanto menos no hacerle el caso que se merece.
Daniel Gilbert en uno de sus famosos estudios sobre el
sentimiento de felicidad lo afirmaba sin ningún género de dudas: Si tuviéramos que reducir a una palabra la mayor causa de la
felicidad sería la palabra "SOCIAL".
Siempre he tenido curiosidad por observar los factores que nos generan
sentimientos de felicidad y de infelicidad. Como muestra he tomado mi entorno
más inmediato, mis círculos sociales, mis amistades y las personas que
participan en alguna formación que imparto o en algún proceso de coaching, con
quienes tengo la suerte de interaccionar a un nivel profundo de conversación.
Por supuesto, no es una muestra científica ni ausente de fallos de estimación,
pero es una muestra al fin y al cabo. Y lo que es más importante, basada en la experiencia real.
Si pienso ahora mismo en diez personas del entorno
anteriormente citado que verbalizan ser felices
(y que a priori a todos nos diera la impresión de serlo) pudiera
encontrar en ellos los siguientes puntos comunes:
-
Relaciones sociales satisfactorias con los
miembros de su círculo familiar más directo: una relación
plena con la pareja, hijos, padres y hermanos y familiares más directos.
- Presencia de amistades (“de las de verdad”) y de personas significativas en su vida: tal vez el secreto aquí no se trate
de tener una amplia lista de amigos sino de la calidad de las relaciones: se
trata de esos amigos de verdad y de la existencia de personas que sin llegar a
ser amistades como tal pueden ser puntos de apoyo importantes (compañeros de
trabajo, por ejemplo.)
-
Proactividad para dedicar tiempo a “lo social”: planifican y cuidan el tiempo que
dedican a las actividades sociales que les permiten estar en contacto con las
personas significativas. Logran evitar la trampa de organizar la vida en torno
a su trabajo y de dedicar al resto de su vida (sea el ámbito social o no) el
tiempo que “sobra” después de trabajar.
Lo contrario, también se suele dar. Es complicado, cuanto
menos muy difícil sentirte feliz si sientes que tienes carencias importantes en el área de las relaciones
sociales. Y es justo ahí, cuando
sobreviene una de nuestras emociones más temidas, la soledad. Pero no me refiero esa soledad que buscas a
veces para concentrarte en ti, para sentirte
libre, e independiente. No. Me refiero a esa soledad que tienes a tu pesar, esa soledad que sientes y que
tratas de evitar. El miedo a sentirte
solo/a y sin apoyos emocionales, sin referentes o personas con las que contar o
apoyarte. El miedo a comprobar que efectivamente estás solo/a.
Por eso me atrevo a recomendar (siento que es un
atrevimiento) a cuidar en tu vida la presencia de ese círculo. Tampoco te
confundas y no lo hagas a toda costa
tratando de “retener” a las personas. En
la vida entrarán y saldrán personas de tu círculo emocional más directo. Y es
tan importante tener a personas significativas ahí como que el hecho de que
quieran estar realmente ahí. No puedes forzar a nadie a quedarse en tu vida.
Obviamente, cuidar el tejido social debe tener algún origen
en el tiempo que fuera adaptativo, los animales se agrupan en manadas para
poder sobrevivir, las personas en comunidades para tener una red de recursos y
servicios que nos respalden y hagan la vida más fácil. Todos nos necesitamos de
los demás.
Necesitamos de los demás. Como rezaba la frase, “Compartida, la vida es más”. El área social tiene efectos
multiplicativos sobre la felicidad y los datos muestran que es la base de la
misma. Dedica tiempo a las personas importantes en tu vida.
