Querida Camila:
Hoy quiero contarte el episodio
en el que descubrimos – mucho antes del predictor- que venías al mundo.
Antes que nada quiero que sepas
que fuiste una niña deseada, buscada y planificada. Sí, sobre todo eso,
p-l-a-n-i-f-i-c-a-d-a porque tu padre
tiene un trastorno obsesivo compulsivo por planificar, cronometrar y tener
previsto todo, o al menos las cosas importantes en la vida.
Queríamos que nacieras en agosto ya que así me liberaría de trabajo es mes para estar contigo y con mamá. No hacer otra cosa que esperarte y cuidar de ustedes todas las horas del día tras tu llegada. Quería ocupar el puesto de retén de tu nacimiento.
Por ello tu mamá y yo comenzamos en
noviembre a hacer el pedido a París y a la cigüeña (de momento debes quedarte con
esta metáfora de la cigüeña y ya en la ESO tus profesores te lo explicarán
mejor, y no preguntes más, por favor).
Debes saber que los pedidos se
hacen pero no sabes luego cuando llegan. Normalmente tardan porque el tráfico
aéreo de Paris está colapsado o porque se extravían y hay que buscarlos. O se
pierden por el camino. No es tan fácil, hija que los pedidos lleguen cuando tu quieras.
Pero hubo un fin de semana
fantástico en el que tuve la confirmación, una especie de acuse de recibo de tu llegada.
Un sábado por la mañana mamá se
levantó bien temprano y en el camino al cuarto de baño, en ese pasillo enorme
por el que tú vas a corretear tuvo un mareo intenso. Me llamó y tuve que
agarrarla para que no cayera al suelo. Fue algo rápido e intenso, de apenas dos
segundos de duración, pero confieso que mientras asistía a tu madre no pude
esconder una sonrisa. ¿Y si eras tú?
La confirmación de que eras tú,
al menos para mí, vino al día siguiente.
Pero antes tengo que avisarte de algo importante y que debes entender: Camila, mamá es muy intensa.
Debes saberlo. Y sencillamente… llora por todo. Da igual lo que se vea en la
pantalla del televisor: los títulos de crédito, el programa de Chapuzas Estéticas, cualquier
peli de mala muerte... No le busques más explicaciones ¡Llora por todo!
Ese domingo estábamos viendo el
último capítulo de Narcos. Todo el mundo sabe que en ese capítulo Pablo Escobar
muere. ¡Todo el mundo lo sabe incluido tu mamá! En la parte final del capítulo,
cuando los de la DEA le persiguen y le disparan miraba la tele anticipando tal vez una lágrima o algún
sollozo por su parte. Pero no, ¡me equivoqué!. Se desató una auténtica catarsis, una crisis generalizada,
una llantina del copón, casi
espasmódica.
Me sorprendió tanto que llegué a
pensar, Camila mía, que tendrías algún antepasado en Medellín y que Pablo sería
familia tuya. Te lo juro.
Luego me calmé y lo entendí: tal
vez fuera la hipersensiblidad que da el embarazo.
Y entonces volví a sonreír, como cuando el mareo. Cualquiera
hubiera pensado que me estaba alegrando de los tiros que le metieron a Escobar. Ni plata ni plomo. Eras tú que
venías, Camila.