13 abr 2017

Entrevista a Ana Navarro: 3ª Edición de Espacio Desafío





Ana Navarro, cofundadora de Espacio Desafío vuelve a intervenir como ponente en esta edicón. Esta vez nos hablará sobre la inteligencia emocional en el ámbito empresarial.


Ana Navarro ¿Mejores habilidades, mejores profesionales?

Sin duda. Cuando David Hernández y yo nos planteamos una temática para la tercera edición, coincidimos en la importancia de las habilidades para la mejora profesional. En esta ocasión nos centraremos sólo en algunas de ellas, pero es cierto que da para varias jornadas de Espacio Desafío. Siempre con el mismo espíritu que nos caracteriza, la sencillez y el carácter práctico de nuestras charlas.

¿Qué aprenderemos en tu charla?

Sobre el concepto de Inteligencia Emocional todos tenemos alguna idea. Creo que es interesante analizar algunas de estas creencias populares y reflexionar sobre su grado de veracidad. A partir de ahí, es fundamental buscar su aplicación en el mundo laboral.

Da la impresión de que el Cociente Intelectual se ha convertido en el malo de la película

Si, es cierto que a veces se siente la tentación de referirse al CI como un concepto obsoleto y contrapuesto al de IE. Cuando en realidad, aunque diferentes, se complementan perfectamente.
Hay que reconocer que la IE tiene muy buena prensa y abre un abanico de posibilidades que el CI no ofrece. Se puede ser superdotado pero muy inseguro y por tanto quedar a la sombra de personas con grandes habilidades y un coeficiente intelectual modesto.

¿Lista o empollona?

Pertenezco a una generación a la que se premiaba por lo segundo, pero afortunadamente nuestra Inteligencia Emocional puede mejorar a lo largo de la vida, no es algo rígido. La madurez, las experiencias, el cómo las procesamos y lo que aprendemos de ellas, puede hacernos a todos más listos y convertir ese "o" en un "y". No digo que se trate de crear superhombres o supermujeres. No es necesario el diez en todo.

La Inteligencia Emocional es descrita con frecuencia como el elemento clave de nuestro éxito en el trabajo. Pero a la vez se nos insiste en la necesidad de hacer méritos intelectuales.

Es cierto. Pero ¿de qué nos va a servir una colección de títulos y diplomas si luego no somos capaces de empatizar, liderar o gestionar nuestras emociones?. Estas cuestiones sí que acaban pasándonos factura en nuestro día a día.
En mi experiencia con responsables y jefes de departamentos he visto como apostaban por personas con alta inteligencia emocional y pocos títulos. Mientras no resultaban tan benevolentes en los casos contrarios.

Por último, ¿algún consejo práctico?


Cuando pensamos en una situación y las emociones que generó en nosotros. ¿Hablamos en términos de bien y mal o manejamos términos como alegría, satisfacción, placer, orgullo, tristeza, congoja, nostalgia, decepción? Es decir, ¿somos hábiles en el reconocimiento de las emociones, captamos los matices o nos resulta complicado?. Esto nos da una idea de nuestra autoconciencia emocional, un elemento clave de la IE.


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