Esta vez la lotería tocó un día
antes. El día 21 de diciembre en la mañana, bien tempranito, casi casi de
madrugada, un predictor nos avisó de que llegabas a nuestra vida para hacernos
aún más felices. Había que estar seguros. Pasaron cinco minutos y esta vez el segundo predictor tenía un
mecanismo curioso de aviso. Emitía un pitido. Lo escuchamos en silencio en el
cuarto de baño avisándonos de que la
vida se abría camino y al menos por momentos
me sonó a “Que sí, pesados, que Camila viene”. La felicidad se había confirmado.
Desde entonces ya nada fue igual
porque desde ese día nos invadió una extraña sensación de que todo se reseteaba
como si ahora la vida, la auténtica vida, comenzara de nuevo.
Teníamos pensando tu nombre desde hace años pensado tal vez o fantaseado en las primeras citas de tus
padres en algún paseo por el Puerto de la Cruz o en la Avenida de Anaga. Y
ahora es una suerte hacerlo realidad.
Vendrás en agosto, pero desde
hace ya tiempo vivimos con la ilusión de los que esperan y se desesperan, inventándonos
mil juegos y conversaciones contigo, soñando tus primeros pasos, tus primeras
palabras: “papá” y “mamá” y tu primera
sonrisa con dientes.
La pata-bebé que ya te hemos
regalado me pregunta todos los días por ti. Está impaciente porque llegues. Y
el pasillo, este inmenso pasillo de casa, está deseando que lo corretees a
todas horas. El mundo, nuestros amigos y la casa te están esperando, Camila.
Te esperamos para formar esta una
familia con un padre psicólogo y una madre periodista, así que prepárate porque
te vamos a hacer hablar quieras o no. Tendrás sangre española, italiana y
venezolana pero prometo ayudarte a elegir con qué selección iremos a los mundiales.
Y cuando crezcas, recuérdame una
tarde que te avise del peligro de las letras de las canciones de Maluma. No me
gustaría que nada te limitara ni que te desvíe de quien eres y de lo mucho que
vales.
Te hablaremos de tu abuela,
Conchita, mi mamá, y de lo maravillosa y
lo buena que era. Le habría encantado cogerte en sus brazos. Y también de tu
bisabuelo, Enrique, el abuelo de
mami, una de las personas más nobles del
mundo. Seguro que cuando duermas en tu cuna más de una noche te parecerá escucharle silbando tu nombre.
Les hemos pedido a los dos que
desde donde estén cuiden de ti y que te ayuden sobre todo a ser una niña feliz.
Daría cualquier cosa porque te parecieras a ellos.
Quiero pensar que la magia que
nos envuelve desde que sabemos de tu
llegada va a seguir existiendo y que obrará el milagro necesario para que estas
palabras salgan volando y atraviesen la barriguita (cada vez más barrigota) de
tu madre para que te abrigues con ellas mientras
duermes ¡Ojalá la ilusión lo haga posible!
Si eso fuera así, si estas palabras te llegan
y arrullan te pido por favor, Camila mía, que en la próxima ecografía con tu manita
recién formada nos hagas una señal.