4 ene 2020

Un regalo que toca el corazón






Mi pareja y yo tenemos la (santa o maldita) manía de entregarnos los regalos fuera de plazo. O mejor dicho, antes de plazo.

¿Para que esperar al día 6 si ya desde el día 3 te lo puedes regalar? Puede que sea una especie de compulsión, de impaciencia o qué sé yo, pero lo cierto es que al final le he encontrado cierto gustillo a esto de saltarnos las tradiciones a nuestra manera. Eso sí, de momento Camila tiene sus regalos cuando corresponde, no sea que piense que Papá Noel o los Reyes (en casa seguimos ambas tradiciones) le dan un trato especial y se vuelva una niña consentida y caprichosa.

Esta manía de la que hablo hizo que ayer, (día 3, ¡con dos cojones!) recibiera uno de mis regalos. Un regalo contundentemente demoledor por lo que significa para mí. A priori para cualquiera que no me conozca supondría una oferta de ocio más, muy divertida, eso sí, pero para mí significa tanto....

Anoche recibí un bono regalo para un mes de la Academia de Baile de Latin Salsa Bailadores. Y eso significa para mí... que tras 7 años  vuelvo a bailar. Te explico la historia porque no recuerdo habérsela contado a casi nadie.

Comencé a bailar allá por el año 90 y tras varias mudanzas de academias acabé con Juan y Lucía. Fueron en total más de diez años haciendo algo que me apasionaba, en lo que fluía y algo que me hacía muy feliz.

Las cosas cambiaron mucho en mi vida.. En el año 2012 mi madre empeoró su salud y no tenía fuerzas para nada, ni ánimo, ni motivación para bailar. Incluso llegó a parecerme una frivolidad la posibilidad de seguir yendo a baile mientras el deterioro de mi madre comenzaba a ser evidente. A todas estas en el Cabildo nos enviaban al paro unos meses hasta que llegaran "los dineros" para el proyecto en el que trabajaba. Todo se tornaba preocupantemente gris.

Meses después de la muerte de mi madre, en un intento de "autoterapia" me dije que tal vez me vendría bien liberar mi cabeza, conocer gente para salir de ese pozo de tristeza en el que estaba.

Fui un solo día pero lo cierto es que me sentía desubicado, sentí que no era el momento. Incluso al volver a casa por el camino, experimenté cierta sensación de pánico al cruzar un paso de peatones. Literalmente sentía que la carretera se iba a abrir y que iba a caer en el hueco que ante mí se abría.

Luego, con la perspectiva del tiempo, comprendí que era entonces, tras semanas de negación, cuando comenzaba el verdadero duelo por la muerte de mi madre. Empezaba a convivir con la sensación de pérdida real e irremediable.

Decidí que "cuando me sintiera mejor" volvería. Luego la vida se complica. Emprendí y eso implicaba luchar con todas mis fuerzas para conseguir clientes, prepararme, estudiar. No, no tenía tiempo    ( y algunos meses tampoco dinero) para el "lujo" de bailar.

Luego la vida comenzó a sonreirme, conocí a Aranxa, nos hicimos novios, nos mudamos, nos casamos y al tiempo llegó Camila.  La vida se había tornado amable, generosa, cariñosa y al fin parecía pedirme perdón por lo cruel que había sido conmigo en 2012.

Y ahora que la vida era preciosa tampoco tendría tiempo para las clases de baile. Aparte que no teníamos tiempo físico para nada me parecía frívolo y egoísta la posibilidad de ir a baile y dejar a Aranxa a solas con la hiperactividad de Camila por la noche.

Y las cosas fueron siendo cada vez más fáciles y ahora comenzamos a recobrar cierto orden y paz en la casa. Camila se duerme pronto y ahora sus papás tienen el enorme reto de organizarse para que papá vaya a baile y mamá a clases de yoga, (que fue su regalo de Papa Noel). Puede parecer una simpleza de reto (para quienes no tienen hijos), pero les aseguro que es bastante complicado cuadrar dos escapadas para el padre y dos para la madre a la semana. No espero que Camila nos lo agradezca (es nuestra obligación y devoción y cuando  eres padre sabes que la vida te cambia) pero conque no escuche a Maluma cuando crezca ya me doy por recompensado.

Por cierto, padres y madres del mundo, si quieren acertar con su regalo a la pareja regalen tiempo. Es junto a los hijos lo más importante del mundo.

Cuento los días y las horas para volver a bailar. Mientras tanto comienza a resonar en mi cabeza el "uhhh, ahhh" de Micaela de la Sonora Carruseles.





  



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