13 sept 2014

Una historia laboral: mi nómina en boca de todos





Me apetecía contar una historia que ocurrió allá por el año 1998. No es por rencor, rabia ni por nada en especial. Tan sólo que esta anécdota de ser el dudoso honor de ser mi primer disgusto laboral y con la perspectiva que da el  tiempo entiendo que era una  situación  perfectamente evitable.

Recién acabada la carrera de Económicas me incorporé a las oficinas de una cadena de supermercados. En principio iba a ayudar al departamento de pagos, si bien  en la entrevista inicial había comentado además mi disponilbilidad  para colaborar en los procesos de selección de  personal.

Aún lo recuerdo, iba a comenzar a cobrar 60.000 pesetas mensuales. A los 15 días se comenzó a organizar un proceso de selección de personal dado que estaba prevista la apertura de un nuevo supermercado en la isla. Entonces me llamó el jefe y me dijo que había  pensado  en que por la mañana trabajara en el departamento  de  pagos y que por  la tarde estaría en las entrevistas a candidatos ayudándole a seleccionar. 

Me alegró enormemente la noticia. Además, dado que ahora tendría mas trabajo me ofreció cambiar mi categoría profesional al peldaño inmediatamente superior, ahora cobraría 71.000 pesetas, cosa que  también me alegró , no tanto por  el  dinero como por el reconocimiento que ello suponía.

Sin embargo, no  iba a ser todo felicidad. En el departamento había clima de crispación y tenía un superior que se rumoreaba que  iba a ser despedido y  que  estaba todo el día transmitiendo su enfado con la empresa, su mala energía y demás. Él era además quien además recibía las  nóminas para  su revisión, un detallito muy importante.

Un día  por  la mañana al llegar tuve  una desagradable sorpresa. Era las 7.45 y alrededor de su  mesa había un  corrillo de 5 trabajadores y  en el centro de  la mesa la pila de nóminas recién llegadas de la asesoría para su revisión. El montón de nóminas estaba abierto por una nómina en partícular: sí, la mía.

La explicación de lo acontecido era sencilla: había visto mi nómina con el cambio de categoría y se  lo estaba comunicando a los demás trabajadores. ¡Buen rollito! ¡A cebarse con el nuevo!

Y a continuación un comentario de muy mala leche: "Explícanos esto".

Supongo que me  sorprendió desprevenido y tan sólo acerté a responder "no tengo nada que explicar, pregúntaselo  si quieres al jefe". Tal vezhoy, con 40 años le hubiera mandado a la mierda.

Imagino que de haber pasado  hoy con la sensibilidad que hay con la protección de datos se le hubiera caído el pelo, pero en aquella época ni siquiera  entendía que podría ser algo ilegal. Tan "sólo"era algo que  demostraba una falta clarísimade ética .

El tiempo pasó y nunca conté esto  a nadie,  ni compañeros, ni jefes. Lo callé y aún  no  entiendo el porqué.
Meses después se  cumplió lo que era un secreto  a voces: fue  despedido.

Con el tiempo el  destino  (¿o el maldito destino?) quiso que coincidiéramos durante un  tiempo en una entidad pública.  El se había sacado la plaza y ahora durante un tiempo ibamos a trabajar  en el mismo sitio. Afortunadamente, su  puesto  no tenía que ver nada ahora con las nóminas. 

Me llamó la atención que  pese a que  ese trabajo era ahora un sitio  público y no era una empresa privada "de mierda" como la anterior, seguía contemplando  cierto aire de "amargadillo". Tal vez no era el trabajo lo que  le había amargado en su momento sino que quizás ya  venía amargado de nacimiento.

Durante un tiempo nos vimos en la cafetería del trabajo, nos saludábamos y a mi mente venía automáticamente el incidente desagradable de las nóminas. Nunca  se  lo  eché en  cara, tal vez porque me daba más vergüenza ajena a mi  comentarlo que vergüenza propia  a él. También es cierto que nunca me pidió perdón. A veces pienso que si no lo ha  pedido no es por maldad ni nada raro, sino porque ni siquiera es consciente de que  fue algo bochornoso para mí. Y eso sí que  me da miedo, la inconsciencia, mucho más que hacer público una nómina.

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1 comentarios:

Anónimo dijo... at 13:10

La gente amargada te perdonara todo, menos el éxito.....dan pena.

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