26 ago 2017

Camilando por la vida: ¡Llegaste!




¡Al fin llegaste, Camila! Sabías que no podíamos esperar más por ti y te adelantaste una semana sobre lo previsto. ¡Qué regalo nos has hecho!

El jueves  pasado  despertamos con la sensación de que se había roto la bolsa. Nos dirigimos enseguida a la residencia con toda la ilusión del mundo porque pensamos que tal vez habría llegado el día.  Nada más llegar la ginecóloga nos lo confirmó, era cuestión de horas que estuvieras aquí.

Momentos después entrábamos al paritorio. Tienes que saber que papá es bastante aprehensivo y que temía desmayarse. Te cuento algo pero lo olvidas enseguida, ¿vale? En una ecografía rutinaria en los primeros meses de tu embarazo sufrí un mareo. Como lo oyes. Un soberano mareo. Durante algunas semanas tal vez meses tu padre ha sido objeto de mofa de ello entre algunos de sus amigos. Así que comprenderás que con estos antecedentes era lógico pensar que en el paritorio algún momento podría acabar en posición paralela a la cama de tu madre y pidiendo oxígeno mientras haría aspavientos. ¿Pues sabes, Camila? ¡No me pasó nada! Me crecí con la motivación de ser el testigo de tu llegada al mundo y no me desmayé. Ni tan siquiera un breve atisbo de ello.

Mamá sufrió muchos dolores, muchísimos. La epidural duró muy poco y a pesar de los esfuerzos posteriores de los anestesistas no hubo forma de reducir el dolor. Gritó muchísimo, tanto que tan solo por eso deberás respetarla y honrarla el resto de tu vida. Mamá es una campeona. Pero  recuerda que yo tampoco me quedo atrás, ¿eh? Como te comenté antes no me desmayé en ningún momento.

Y mientras esto ocurría otra historia se entrelazaba con la de tu nacimiento. Tu abuela Milagros después de cinco años sin ver a mamá llegaba directamente desde Caracas al aeropuerto de Los Rodeos. Un maravilloso guiño del destino  hizo coincidir tu nacimiento y su llegada a la isla. Y luego pudiste conocerla el mismo paritorio.

Tu nacimiento fue el espectáculo más bonito del mundo. A años luz queda ahora el gol de Sergio Ramos en la Champions o el de Iniesta en el Mundial. ¡Fíjate que iluso era, Camila, que yo pensaba antes de ti que eso era lo más bonito que había vivido!

Vi asomar tu cabecita, luego tu brazo,  tu espalda y por último y tu cuerpo entero. Te pusieron sobre mamá, abriste los ojos y comenzaste a llorar. Y mama lloró también.  Sí, y yo tampoco me quedé atrás. Lloré como no lo había vuelto a hacer en cinco años cuando abuela Conchita se fue al cielo. A ese mismo cielo desde el que tú vienes. 

Luego te bañaron, te vistieron y te llevaron a la habitación. Y desde entonces no hemos vuelto a separarnos un solo instante.



Ahora no puedo evitar pensar en estos momentos presentes y en el futuro. No te puedo asegurar ser el mejor del padre del mundo. Pero sí que te prometo que intentaré con todas mis fuerzas ser el mejor padre para ti. Sé que no será fácil y que esto es básicamente un camino de ensayos y errores: equivocarme y aprender, meter la pata y remediarlo, probar algo y tener suerte. Esto de ser padre tiene toda la pinta de ser un aprendizaje continuo. Todo con tal de no cruzar esa peligrosa y delgada línea entre protegerte y sobreprotegerte, entre permitirte y consentirte, entre  cuidarte y controlarte. 

Espero además durante tu adolescencia reunir la fuerza necesaria para mantenerme en el “No” ante posibles e hipotéticos chantajes emocionales que me puedas tender. Un padre tan enamorado corre el riesgo de sucumbir. En cualquier caso te advierto desde ya que con los temas “moto” y “escuchar Maluma” no hay absolutamente nada que negociar durante los dieciocho primeros años de tu vida, y puede incluso que treinta.

Ahora mamá y yo hemos incorporado  un sinfín nuevas tareas en nuestro día a día: ayudarte a quitarte los gases, cambiarte los pañales e inventar filigranas y estrategias para que duermas. Creo que tan solo nos falta hacerte dormir intentando dar una voltereta o haciendo el pino puente. 

Y aquí estamos, tratando de aprender cada día gestionarte y cuidarte mejor, esperanzados en que los cólicos como todo en la vida también sean efímeros. Gracias a eso cuando de madrugada rompes el silencio de la casa con la potencia de tu sonido gutural “Aglá” lejos de desquiciarme (confieso que más de una vez he estado en ese punto) me consuelo pensando que estás ensayando para decir la frase entera: ¡Hala Madrid)

A veces fruto tal vez de la falta de sueño tengo alucinaciones y en cualquier movimiento de tu boca interpreto una sonrisa especialmente dedicada para mí o en un movimiento repentino de tus manos un saludo de buenas noches.

Y a veces vuelo aún más lejos con mis paranoias. Porque en ese  preciso momento en que tus ojos anuncian que te vas a dormir y mantienes la mirada perdida en cualquier lugar de tu cuna me gusta imaginar que tal vez estuvieras pensando - ¿quién sabe? - que te sientes orgullosa de que sea tu padre.





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2 comentarios:

Massielgutierrezespinosa@gmail.com dijo... at 14:08

Me has llegado al corazón, seras un buen padre y no te preocupes que tu mujer y su familia son la mar de colaboradoras y entregadas a la familia, son geniales, así que amigo David no te agobies, seras un buen padre.

Cristina Gorrín dijo... at 8:16

Esto se te quita, teniendo otro ;), felicidades para todos, y más aun para esa pequeña Camila.

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