Pues sí, voy a ser en apenas mes
y medio voy a ser papá. Es curioso pero a la vez que una parte de mí desde el
día 21 de diciembre lo vive con intensidad hay otra parte que parece no haberse
dado cuenta, como si viera aún lejos tal acontecimiento. Creo que en eso mi
situación es totalmente diferente a la de la madre: yo no siento las patadas,
los movimientos ni tengo ni he tenido ningún tipo de molestias durante estos
meses. Yo presiento a Camila, pero no he tenido como la oportunidad de sentirla
como la madre.
Supongo que todo cambiará en
agosto, escuchar su primer llanto y tenerla en mis brazos restablecerá el
equilibrio entre estas dos partes antagónicas que conviven dentro de mí.
Lo que es innegable es el placer
de la espera. Hace años se me quedó grabada a fuego una frase que pronunciaba
Punset:"La felicidad está en la sala de espera de la felicidad". Hace alusión a
la activación que nos da la impaciencia de esperar: uno de los mejores momentos
del viaje que vamos a emprender lo representa el momento exacto en que compras
el billete o uno de los momentos más intensos de la cita romántica lo
representa el instante antes de llegar al lugar acordado. Sí, el que espera
desespera, pero también a veces disfruta.
No tengo ni la menor idea (ni me
he parado a pensar en ello) de cómo cambiarán exactamente las cosas en nuestra
vida a partir de agosto. Tengo testimonios a mi alrededor para todos los gustos. La mayoría de
ellos “rupturistas”: “Va a haber un antes
y un después en tu vida”, “Ya nada volverá a ser lo mismo”, “No vas a tener
tiempo para dormir”, “Va a ser muy bonito y muy duro porque dejas atrás la vida
que siempre has tenido”.
Tal vez sea falta de consciencia
o que estúpidamente me he venido arriba, pero no temo lo que esté por venir.
Lógicamente intuyo noches en vela, desequilibrios en rutina, llantos, montañas
de pañales, cólicos, noches en blanco, buches y demás pero confío en el equipo
que formo con Aranxa para salir para adelante. Eso y también porque si es por tener a
Camila con nosotros seguro que todo compensa. Así que firmo, o firmamos
convencidos, la tormenta o el desajuste que tengamos por delante.
Hace 5 años mi vida cambió de
manera radical. Tuve el mayor golpe de mi vida: el fallecimiento de mi madre y
unos días después me quedaba en paro después
de 6 años fantásticos trabajando en el Cabildo. Tocó reinventarse, tal vez tanto que me hice autónomo. Aún no sé de donde saque la
fuerza, pero lo cierto es que esos episodios me hicieron más fuerte, tal vez lo suficiente para no
temer lo que venga ahora.
Así que ahora estoy en tiempo de
espera: unas veces impaciente, otras, sorprendetemente paciente. Y mientras
tanto leyendo y releyendo todo el material que me deja mi compañero José Morgado Nisa para aprender (de momento en teoría) a ser un buen papá. En agosto
llegará la práctica. O un examen sin avisar.