Quien me conoce sabe que soy un fanático de la tortilla española. Gran parte de la responsabilidad de ello la tiene mi madre que las hacía apoteósicas. Siempre fui feliz teniendo una tortilla.
Y el viernes tuve una grata sorpresa. Iba a quedarme de "Rodríguez" trabajando en casa. Y Aranxa antes de salir al sur tuvo este precioso detalle conmigo. Sabía que llegaría cansado del Puerto de la Cruz, de dar clases en la Iriarte y quiso amenizarme la tarde con una tortilla espectacular.
No puedo considerarme más afortunado, tengo el corazón y el estómago contento.