19 abr 2015

Quemarse en la “Friend Zone” (I)





A todos nos ha pasado en mayor o menor medida quemarnos y agotarnos  en alguna relación en la que la otra persona nos ve como un amigo/a. Y tú, claro, quieres algo más. Y esta situación es tan común que comienzo a pensar que tal vez debería incluirse en la educación de los jóvenes algo así como una asignatura o al menos una unidad didáctica que lleve por título “sal rápidamente de la friend zone”. Sufrimos mucho, muchísimo por estar condenados en la “friend zone” y porque la emoción nos ciega y no vemos las cosas con claridad.

La situación es más o menos así: nos gusta una persona y comenzamos a enamorarnos. De alguna forma esta persona refuerza nuestras ilusiones (verbaliza sentirse bien con nosotros, que le gusta nuestra forma de ser e incluso, puede que haya ocurrido algún tipo de contacto sexual).

Poco a poco va pasando el tiempo y damos cuenta que la relación no avanza de una simple amistad que no nos satisface. Queremos algo más pero la otra parteno pretende dar el paso y  ser nuestra pareja. Puede tener mil razones para ello, pero la más común es que le podemos gustar, pero no como para que seamos pareja. Y aquí comienza nuestro calvario particular. Nuestra negativa a aceptar esto es el inicio del sufrimiento.

Lo peor no es que nos pase algo así, al fin y al cabo es un aprendizaje para relaciones futuras. Lo trágico y lo dañino son las justificaciones que nos damos a nosotros mismos para permanecer ahí: “¿quién sabe?, con el tiempo se dará cuenta de que está enamorado/a de mí. ¡Sí!, ¡voy a luchar por este amor!” Todo con tal de no aceptar la realidad e ilusionarnos con un mundo paralelo en el que la otra persona nos ama profundamente.

Todo adquiere un mayor dramatismo si la persona “condenada” a ser simplemente una amistad para la otra presenta una baja autoestima. Estar en la friend zone  y tener baja autoestima es especialmente doloroso, porque además permanecer ahí te sigue restando autoestima.
Comienzas a tener pensamientos y creencias verdaderamente limitantes. Empiezas a dudar de tu propia valía ya que la otra persona no te desea como pareja, y le otorgas así una especie de poder sobrenatural para dictaminar quien vale más o menos. Y olvidas que tú valía es la misma, independientemente de que se enamore o no de ti. Pero tu mente ya está dañada y tu autoestima tocada y no tienes la claridad suficiente para pensar de manera útil.

Y para que cojas más fuerza en tu senda de autodestrucción acuden en tu supuesta ayuda pensamientos, fantasías del cine o falacias del amor romántico que te dan toda la motivación para seguirte calcinando en la friend zone: “el amor es para los que luchan”, “hay que sufrir por el amor”, “el que la sigue la consigue”, etc.

Empiezas a obsesionarte con la situación y comienza a aparecer la frustración y la tristeza. La autoestima ya la tienes en el subsuelo. Y empiezas a utilizar el peligroso filtro de la percepción que todos padecemos cuando nos enamoramos. Sólo te quedas con los indicios de que muestra interés por ti (te llama un día porque dice que tiene ganas de verte, o te pregunta si van al cine) pero olvidas los miles de indicios que indica que no te ve como pareja (sabes que tiene algún que otro ligue, prefiere quedarse en casa un día que tú la invitas al cine o el más indicativo: que nada le impediría estar contigo como pareja y sin embargo no quiere).


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