A todos nos ha pasado en mayor o menor medida quemarnos y
agotarnos en alguna relación en la que
la otra persona nos ve como un amigo/a. Y tú, claro, quieres algo más. Y esta situación
es tan común que comienzo a pensar que tal vez debería incluirse en la
educación de los jóvenes algo así como una asignatura o al menos una unidad
didáctica que lleve por título “sal
rápidamente de la friend zone”. Sufrimos mucho, muchísimo por estar
condenados en la “friend zone” y porque la emoción nos ciega y no vemos las
cosas con claridad.
La situación es más o menos así: nos gusta una persona y
comenzamos a enamorarnos. De alguna forma esta persona refuerza nuestras
ilusiones (verbaliza sentirse bien con nosotros, que le gusta nuestra forma de
ser e incluso, puede que haya ocurrido algún tipo de contacto sexual).
Poco a poco va pasando el tiempo y damos cuenta que la
relación no avanza de una simple amistad que no nos satisface. Queremos algo
más pero la otra parteno pretende dar el paso y
ser nuestra pareja. Puede tener mil razones para ello, pero la más común
es que le podemos gustar, pero no como para que seamos pareja. Y aquí comienza
nuestro calvario particular. Nuestra negativa a aceptar esto es el inicio del
sufrimiento.
Lo peor no es que nos pase algo así, al fin y al cabo es un
aprendizaje para relaciones futuras. Lo trágico y lo dañino son las
justificaciones que nos damos a nosotros mismos para permanecer ahí: “¿quién sabe?, con el tiempo se dará cuenta
de que está enamorado/a de mí. ¡Sí!, ¡voy a luchar por este amor!” Todo con
tal de no aceptar la realidad e ilusionarnos con un mundo paralelo en el que la
otra persona nos ama profundamente.
Todo adquiere un mayor dramatismo si la persona “condenada” a
ser simplemente una amistad para la otra presenta una baja autoestima. Estar en
la friend zone y tener baja autoestima
es especialmente doloroso, porque además permanecer ahí te sigue restando
autoestima.
Comienzas a tener pensamientos y creencias verdaderamente
limitantes. Empiezas a dudar de tu propia valía ya que la otra persona no te
desea como pareja, y le otorgas así una especie de poder sobrenatural para
dictaminar quien vale más o menos. Y olvidas que tú valía es la misma,
independientemente de que se enamore o no de ti. Pero tu mente ya está dañada y
tu autoestima tocada y no tienes la claridad suficiente para pensar de manera
útil.
Y para que cojas más fuerza en tu senda de autodestrucción
acuden en tu supuesta ayuda pensamientos, fantasías del cine o falacias del
amor romántico que te dan toda la motivación para seguirte calcinando en la
friend zone: “el amor es para los que
luchan”, “hay que sufrir por el amor”, “el que la sigue la consigue”, etc.
Empiezas a obsesionarte con la situación y comienza a
aparecer la frustración y la tristeza. La autoestima ya la tienes en el
subsuelo. Y empiezas a utilizar el peligroso filtro de la percepción que todos
padecemos cuando nos enamoramos. Sólo te quedas con los indicios de que muestra
interés por ti (te llama un día porque dice que tiene ganas de verte, o te
pregunta si van al cine) pero olvidas los miles de indicios que indica que no
te ve como pareja (sabes que tiene algún que otro ligue, prefiere quedarse en
casa un día que tú la invitas al cine o el más indicativo: que nada le impediría
estar contigo como pareja y sin embargo no quiere).