En un vídeo de Youtube se ve a dos enfermeras que cuidan de una niña enferma de cáncer. La realidad de la situación podría evocar automáticamente tristeza, ansiedad y sentimiento de impotencia. Sin emmbargo, nada más lejos de la realidad. La niña está de pie en su cama y mientras parece mirar una pantalla de televisión sigue una coreografía con las dos enfermeras. Se lo están pasando bomba. No cabe duda de que están disfrutando.
Y si, las dos enfermeras están trabajando. En ningún momento del vídeo han dejado de trabajar. Supongo que ni en el convenio colectivo de su sector o ni en el perfil de su puesto, ni en el contrato que firmaron venía ninguna cláusula que obligase a bailar con los pacientes. Ni mucho menos. Hay algo que no viene en los contratos y que pone la persona: la actitud.
Estoy convencido de que estas enfermeras pasarán momentos muy malos en el trabajo: siempre habrá que despedirse de un paciente, el estrés propio de la profesión, los turnos de noche, y hasta puede que incluso estén mal pagadas. Pero igualmente estoy convencido que no cambiarían fácilmente ese trabajo por otro. Tal vez por su vocación de servicio, por estar en contacto con la gente y sobre todo por sentir que ayudan a los demáss. Estas dos enfermeras tienen la suerte de que pueden sonreír y disfrutar en su trabajo.
Y no, no todos tienen la misma suerte. Te pido que hagas autocrítica sobre tu actitud en el trabajo. Te sueles quejar de tu trabajo, pero es posible que si tu trabajo pudiera hablar se quejaría también de ti: de tu actitud, de tu mala hostia por las mañanas, de las veces que miras el reloj para largarte para tu casa y de tus frecuentes retrasos a la hora de llegar. También podriamos hablar de tu mal despertar porque "ya es lunes" o de tu efímera alegría porque "al fin ya es viernes". Tu única forma de pasarlo bien en el trabajo es, básicamente, alejarte de él.
Mañana será lunes y es posible que nada más entrar, aún casi en ayunas estarás criticando a tu compañero y repitirás una y otra vez el mantra de autocomplacencia que se repiten las personas con el síndrome del quemado: "aquí el único que curra soy yo, el resto se tocan los cojones todo el día". Si fueras tan bueno,¿ no crees que ya deberías estar trabajando como mínimo en la NASA?.
Pasarás toda la semana con tu mala leche, contando las horas para que sea viernes, sintiendo que con cada hora en ese despacho le has quitado una hora a la vida. Tal vez sea hora de plantearse un cambio, pero aún no pareces tener la actitud adecuada para despegarte de ti mismo, tomar distancia y ver las cosas con mayor claridad. Tu mala actitud y tu desgaste en el trabajo te han comido hasta el discernimiento útil.
Y mientras tanto, en otro lugar del mundo, dos personas que trabajan con personas enfermas, son capaces de dar lo mejor de sí mismas para hacer cantar y bailar a los demás.